Con la participación de los niños y niñas de la eucaristía (y de su Rondalla de los Divinitos), nos reunimos en torno al altar para agradecer ser familia de fe ante nuestro Dios. A continuación festejamos en Santo Domingo nuestro sentirnos familia parroquial.
Todo fue fruto del trabajo de muchas manos y esfuerzos. Gracias infinitas a todos y todas.