En diciembre de 2016, Cáritas Diocesana de Tenerife puso en marcha en nuestra isla la Unidad Móvil de Atención en Calle (UMAC) para realizar un diagnóstico de identificación y valoración de los casos de personas en situación de Exclusión Residencial Severa, con el objetivo de consolidar una atención integral, digna e integradora de este colectivo.
Poco a poco y, de la mano de este trabajo, la atención a las personas en situación de Sin Hogar ha ido favoreciendo y animando la creación de servicios complementarios, posibilitados por la asistencia técnica de los profesionales contratados y un número creciente de voluntarios y voluntarias. Con el correr del tiempo se han ido creando servicios de ducha, lavandería y desayunos (que, en realidad, se han ampliado con el tiempo a almuerzos y ayudas para la cena). En la actualidad, dichos servicios se han ubicado en los salones parroquiales que se encuentran anexos a la iglesia de Santo Domingo. Este Centro de Día está pensado como un recurso atención básica donde se intentan cubrir las siguientes necesidades: ropero; higiene personal; lavandería, con lavado y secado de textiles personales; servicio de comedor, donde se ofrece a los participantes el desayuno y un picnic para llevar el almuerzo y cena. Y, no menos importante, un espacio sereno y seguro de escucha y de convivencia.
Es la atención al colectivo la que ha ido evidenciando la necesidad de ofrecer un recurso alojativo que permita consolidar los procesos de atención y de reinserción. En esta línea, quiere colocarse este hogar “Joel Álvarez”. Constituye una iniciativa conjunta de las parroquias de El Salvador y Santo Cristo de Calcinas con la generosidad y ayuda valiosísima de diferentes instituciones y particulares. Como recurso, se coordina y nace bajo la dirección técnica de la UMAC para favorecer un servicio cada vez más integral al colectivo de personas en situación de sin Hogar.
El nombre que lleva el Hogar intenta hacer justicia a la tarea de tantos voluntarios y voluntarias que, durante todos estos años han garantizado un trabajo constante y generoso, sostenido incluso por sus recursos económicos personales durante algún tiempo. Que hoy esta casa esté bajo el nombre de Joel, quiere ser un recuerdo en su persona a todo ese trabajo, convertido en esencial durante el tiempo de confinamiento en el que el servicio al colectivo de personas en situación de sin hogar se hizo especialmente difícil. Gracias a la generosidad de voluntarios como él no solo pudo mantenerse nuestro servicio, sino que se amplió ofreciendo un recurso alojativo en los salones de Santo Domingo. Joel en medio del confinamiento perdió la vida “feliz y sirviendo”. Ojalá esta casa no deje nunca de ser un lugar de servicio y una fuente de felicidad.